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INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PROPIEDAD INTELECTUAL. Abogados

 

INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PROPIEDAD INTELECTUAL

Los sistemas de propiedad intelectual han sido concebidos para incentivar la innovación y la creación humanas. Hasta hace muy poco, la innovación y la creación conformaban una de las características que definen a la especie humana.

El 5 de abril de 2016 fue presentada en Amsterdam la obra “The Next Rembrandt”, retrato creado por ordenador que reproduce el estilo del autor. En ese mismo año, una novela escrita por un programa informático japonés alcanzó la segunda ronda de un premio literario. La empresa de inteligencia artificial propiedad de Google ha creado un programa que puede generar música a partir de escuchar grabaciones. En el futuro, será determinante saber cuál es el grado de intervención de la máquina y del humano para poder dar una solución jurídica adecuada.

DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 

No existe una definición universalmente aceptada de la IA.

Generalmente, la IA se considera una disciplina de la informática que tiene por objetivo elaborar máquinas y sistemas que puedan desempeñar tareas que requieren una inteligencia humana.

El aprendizaje automático y el aprendizaje profundo son dos esferas de la IA. En los últimos años, con el desarrollo de las nuevas técnicas y equipos informáticos basados en redes neuronales, la IA se ha venido entendiendo como un sinónimo de “aprendizaje automático profundo supervisado”.

El aprendizaje automático utiliza ejemplos de datos de entrada y datos esperados de salida (los denominados “datos estructurados” o “datos de entrenamiento”) para perfeccionarse de manera continua y tomar decisiones sin necesidad de una programación específica mediante una secuencia de instrucciones en varias etapas.

Este proceso imita la verdadera cognición biológica. Actualmente, las aplicaciones del aprendizaje automático están ampliamente extendidas, como el filtro de correo no deseado, la traducción automática o el reconocimiento de voz, texto e imagen.

A raíz de esto, surgen cuestiones relativas a la autoría de las creaciones de la IA, y sobre todo, a efectos de ostentar derechos de propiedad intelectual sobre estas creaciones.

  •  INTERNACIONAL

 

Los tratados internacionales de derechos de autor no ofrecen ninguna definición específica del concepto de “autor”.

El Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas (1886), en su artículo 3 utiliza la “nacionalidad” como criterio para determinar qué autores estarán protegidos en virtud de él. La doctrina mayoritaria interpreta que el Convenio concibe que la autoría de una obra protegida por derechos de autor solo puede ser atribuida a personas físicas.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1948) también reconoce en su artículo 27.2 el derecho que toda persona tiene derecho a “la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.

De ello se deduce que es una prerrogativa a priori exclusiva del ser humano el poder ostentar un derecho de autor sobre su producción intelectual.

Sin embargo, ya surgen posiciones favorables al reconocimiento, como obras protegibles, de las creaciones autónomas generadas por un sistema IA.

A principios de 2020, un Tribunal chino de Shenzhen, reconocía derechos de autor a un artículo escrito por un algoritmo de IA.

Según ha determinado el tribunal, el estilo de expresión del artículo cumple los requisitos de para el resto de textos escritos, analizaba datos económicos relevantes e incluso hacía uso de una estructura lógica y un estilo original, según recoge la agencia local ECNS.

Por lo tanto, debe recibir la misma protección a nivel de derechos de autor o ‘copyright’ que los textos creados por seres humanos.

 

  • Reino Unido

 

La legislación del Reino Unido en materia de derechos de autor establece, en el artículo 9.1 de la Copyright, Design and Patents Acts 1988, el principio general de que debe considerarse “autor” de una obra la “persona” que la haya creado.

No obstante, el siguiente apartado 3 de ese mismo artículo regula de forma específica las obras creadas por computadoras (“computer-generated Works”), e indica que se considerará “autor” de ellas a la persona que haya realizado los arreglos necesarios (“necessary arrangements”) para la creación de dichas obras.

El artículo 178 de la CDPA añade, con respecto a este tipo de obras, que se entenderá que habrán sido generadas por un programa de ordenador en aquellos supuestos en los que no haya un “autor humano”.

Por tanto, se asume que, con respecto a las obras creadas por ordenador, el autor será el programa de ordenador, pero a los efectos de la titularidad de derechos serán considerados “autores” aquellas personas que hayan realizado los arreglos necesarios para que ese programa genere la obra.

  • USA

La Oficina de Derecho de Autor (US Copyright Office), exige, al igual que el sistema legal de droit d’auteur, que prima en la mayor parte de Estados miembros de la UE, la intervención de un ser humano en la creación de una obra para que ésta pueda estar protegida por derechos de autor, como requisito para registrar una obra a los efectos de ser protegida por el copyright.

En los casos Trade-Mark Cases, 100 U. S. 82 (1879), BurrowGiles Lithographic Co. v. Sarony, 111 U.S. 53, 58 (1884), y Feist Publications c. Telephone Service Company Inc. 499 U.S. 340 (1991) del Tribunal Supremo de EE. UU. se aclara que el derecho de autor (copyright) solo protege los frutos de la labor intelectual que están basados en “los poderes creativos de la mente”

 

  • Unión Europea

 

La Directiva 2009/24/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de abril de 2009, sobre la protección jurídica de programas de ordenador (“Directiva Software”) establece en su artículo 2 que “Se considerará autor del programa de ordenador a la persona física o grupo de personas físicas que lo hayan creado o, cuando la legislación de los Estados miembros lo permita, a la persona jurídica que sea considerada titular del derecho por dicha legislación”.

Por otra parte, la Directiva 96/9/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 11 de marzo de 1996, sobre la protección jurídica de las bases de datos (“Directiva BBDD”) establece en su artículo 4.1, en términos similares a la Directiva Software, que “Es autor de una base de datos la persona física o el grupo de personas físicas que haya creado dicha base o, cuando la legislación de los Estados miembros lo permita, la persona jurídica que dicha legislación designe como titular del derecho”.

El concepto de autor vinculado expresamente a las personas físicas solo se menciona en las directivas mencionadas anteriormente.

Se observa que se afirma expresamente, que el autor de las obras reguladas en las mismas será una persona física, pero, excepcionalmente, los Estados miembros de la UE podrán autorizar que los autores sean personas jurídicas, tal como se extrae del artículo 2 de la Directiva Software o del artículo 4.1 de la Directiva Base de Datos.

El 2 de octubre de 2020, el Parlamento Europeo publicó la Propuesta de Resolución sobre los derechos de propiedad intelectual para el desarrollo de las tecnologías relativas a la inteligencia artificial.  Al cabo de unos días se publicó la correspondiente resolución el 20 de octubre de 2020.

El objetivo de esta resolución es lograr, en un futuro, un marco jurídico a nivel europeo para convertir a la UE en pionera sobre la regulación de la IA debido a que es necesario seguir protegiendo y promoviendo la creación e innovación y, al mismo tiempo, seguir protegiendo los intereses de los creadores como personas físicas.

En el punto 13 de la resolución objeto de análisis, se descarta dotar a las tecnologías de IA de personalidad jurídica, ya que podría plantear numerosos problemas relativos a la titularidad de los derechos, poniendo de relieve el impacto negativo en los incentivos para los creadores humanos.

En el punto 14, se hace una reflexión clave diferenciando entre creaciones humanas asistidas por la IA y, por otro lado, las creaciones generadas completamente por la IA. Estas últimas plantean nuevos retos normativos en cuanto a la titularidad, condición de inventor y la remuneración adecuada, entre muchos otros. En este punto se hace un especial hincapié en que aquellos casos en los que solamente la IA se utiliza como una herramienta, en estos casos, se seguirá aplicando el marco normativo que rige en la actualidad.

A consecuencia del párrafo anterior, en el punto 15, se considera que aquellas obras producidas completamente por IA y robots no deben poder acogerse a la protección mediante derechos de autor.

Esto se debe a que es necesario respetar el principio de originalidad, que está vinculado a una persona física. Pero, puesto que el concepto de “creación intelectual” conlleva la personalidad del autor, se pide a la Comisión que apoye un enfoque horizontal neutro basado en pruebas y desde un punto de vista tecnológico en lo que respecta a las disposiciones comunes y uniformes en materia de derechos de autor.

En el caso de que se estimara que estas obras pudieran acogerse a la protección mediante derechos de autor, se establece la siguiente recomendación:

la titularidad de los derechos se asignará únicamente a personas físicas o jurídicas creadores de la obra y solo si el titular de derechos ha concedido su autorización cuando se utilice material protegido por derechos de autor con la excepción de que sean aplicables límites a esos derechos

  • Derecho español

 

El artículo 5 de la LPI prevé que: “solo podrá ser considerado “autor” de una obra protegida por dicha norma una persona natural, sin perjuicio de que algunas personas jurídicas puedan beneficiarse también de la protección otorgada por esos derechos”.

El otorgamiento al autor, en el marco de esa protección, no solo de un conjunto de derechos patrimoniales, sino también morales (artículo 14 de la LPI), asociados a la esfera privada del individuo, es una muestra más de que en derecho español solo se concibe al autor como persona física.

En lo relativo a las obras colectivas,  el artículo 8 de la LPI prevé que, aunque exista una pluralidad de autores, solo podrá reclamar la titularidad originaria de derechos de autor sobre ese tipo de obras la persona natural o jurídica que hubiera editado y publicado esa obra bajo su nombre.

Con respecto de los programas de ordenador que cumplan los requisitos para estar protegidos como obras colectivas en los términos de dicho artículo 8 de la LPI, respecto de los que se prevé que esa persona física o jurídica, bajo cuya iniciativa y coordinación se haya creado el programa, no solo será considerada titular originaria de derechos de autor, sino su “autora” (artículo 95 de la LPI).

Además, para que una obra creación pueda ser protegida por derecho de autor, esta tiene que ser “original”. No existe una definición legal del término, ni en la normativa nacional ni en la europea, como tampoco en los convenios internacionales en la materia.

Sin embargo, la jurisprudencia determina los criterios con base en los cuales valorar este concepto de originalidad.

En su sentencia de 16 de julio de 2009 (caso Infopac International A/S c. Danske Dagblades Forening, C-5/08);

el Tribunal de Justicia de la UE afirma que no se puede excluir “que determinadas frases sueltas, o incluso algún elemento de las frases que integran el texto de que se trate, puedan transmitir al lector la singularidad de una determinada publicación, como un artículo de prensa, haciéndolo partícipe de un elemento que condensa la expresión de la creación intelectual única del autor”.

En el caso de 1 de diciembre de 2011 (caso Eva-Maria Painer c. Axel Springer AG y otros, C-145/10). Afirma, con respecto a la protección jurídica de una fotografía, se establece que “el artículo 6 de la Directiva Plazos debe interpretarse en el sentido de que un retrato fotográfico puede ser protegido por derechos de autor, en virtud de dicha disposición, siempre que sea una creación intelectual del autor que refleje su personalidad y que se manifieste por las decisiones libres y creativas del mismo al realizarlo”

El concepto de originalidad y creación humana están íntimamente ligados y excluyen la protección jurídica en sede de derechos de autor de la obra artística creada por una máquina, debido a esa expresión creativa de la personalidad del autor, que es un factor a tener en cuenta a la hora de considerar que una obra es susceptible de protección por el derecho de autor.

Y ese factor está íntimamente ligado al de la condición del autor como persona física.

Por lo tanto en derecho español, para que una obra pueda ser susceptible de protección como propiedad intelectual es necesario que el acto creativo originario que genere la obra corresponda a una persona física que, de este modo, imprime en dicha creación su expresión artística y su impronta personal, y ello sin perjuicio de que, para estar protegida, esa obra contenga además un elemento mínimo de novedad con respecto a todo lo creado anteriormente.

  • Alternativas posibles

Existen  varias alternativas, con distintos niveles de impacto legislativo. La primera de ellas sería la más conservadora, parte de la premisa de que solo una persona física puede crear una obra de ingenio, denegar la protección por el derecho de autor y la propiedad intelectual. A fin de cuentas, el algoritmo del que parte el desarrollo informático que a su vez genera la obra se alimenta de todos los datos que se incorporan a él, está creado por la mente humana.

La segunda alternativa sería la de otorgar personalidad jurídica a la IA.

Uno de los problemas principales que todo ello plantea es, como ya hemos analizado, que un modelo en el que se equipare en su totalidad al robot con el autor de una obra protegida por derechos de propiedad intelectual choca frontalmente con la concepción de los derechos de autor antes mencionada.

La última alternativa consistiría en crear un nuevo derecho afín o derecho sui generis con respecto a los derechos de autor, que se constituyera a un nivel inferior al derecho de autor, y por el que se premiara precisamente la inversión en este tipo de tecnología, para así evitar el efecto potencialmente nocivo de desincentivar la investigación.

 

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